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La guerra inmunológica - por Daniel Galatro


¡Hola!

Hoy vamos a intentar saber algo más acerca de nuestros peores enemigos: sus características, fortalezas y debilidades, peligros que implican, armas que tenemos para defendernos de ellos.
Porque si bien nunca los derrotaremos del todo. podemos procurar mantenerlos suficientemente controlados para que no logren obtener victorias que nos puedan costar grandes daños a nuestra salud o incluso la vida.

¿Cuáles son esos peligrosos organismos que no podemos ver a ojo desnudo por su pequeñez pero que son la evidencia de la verdad del dicho que expresa "la unión hace la fuerza"?

Un microorganismo, es un ser vivo, o un sistema biológico, que solo puede visualizarse con el microscopio. Son organismos dotados de individualidad que presentan una organización biológica elemental. En su mayoría son unicelulares (formados por una única célula) aunque no siempre.

Los hay que son "seres vivos" como bacterias, algas u hongos, pero también los que no lo son como virus y priones.

Un "virus" es un agente infeccioso microscópico acelular que sólo puede multiplicarse dentro de las células de otros organismos.

Un "prion" es es una partícula infecciosa formada por una proteína que produce enfermedades neurológicas degenerativas transmisibles.

Los microbios tienen múltiples formas y tamaños. Se dice que son "agentes biológicos patógenos" los que pueden producir enfermedades o daños a la biología de un huésped, sea este humano, animal o vegetal, pero la inmensa mayoría de los microbios no son en absoluto perjudiciales y muchos son beneficiosos para la vida.

¿A qué llamamos "infección"? Es un término que indica la contaminación, con respuesta inmunológica y daño estructural de un huésped, causada por un microorganismo patógeno. En una infección, existe invasión con lesión de tejidos provocada por los mismos gérmenes, sus productos (toxinas) o ambos a la vez. Esta infección puede ser local o sistémica (generalizada.
Entonces, ¿quién podrá defendernos?

Venimos provistos desde el momento de la concepción de un poderoso "sistema inmunitario" que consta de una serie de órganos, tejidos y células ampliamente repartidos por todo el cuerpo.
Funcionalmente, esos órganos se clasifican en primarios y secundarios. Los primarios son la médula ósea y el timo, y los órganos secundarios son los ganglios linfáticos y el bazo.

Hemos visto que no todos los microorganismos son patógenos (no todos causan enfermedades). Si bien algunos nos infectan otros nos colonizan. Decimos que nos enferman cuando la interacción entre esos microorganismos y nuestro cuerpo nos ocasiona daños.

Las bacterias fueron las primeras formas de vida y colonizan a la flora y fauna desde que estas se crearon. Pueden sobrevivir a las condiciones más adversas. Hay microorganismos con vida libre, pero otros ocupan un ambiente sin relación metabólica con el anfitrión, o utilizan en ocasiones sus fuentes de energía, o se asocian con él para obtener un beneficio mutuo, o dependen totalmente de él causando enfermedad.

En los inicios de la vida humana en este planeta,las enfermedades infecciosas fueron las de sus primates antecesores. Luego, con la domesticación de los animales, éstos nos aportaron sus propias infecciones. Y el contagio mutuo complicó las cosas.

Una infección activa es el efecto de una lucha en la cual el organismo infectante trata de utilizar los recursos del huésped para multiplicarse, a costa del mismo.

Casi todo organismo, en las condiciones adecuadas, puede volverse patógeno y casi ningún organismo, si está presente en pequeñas cantidades y en áreas bien protegidas por el sistema inmunitario del huésped, puede llevar a cabo una infección comprometedora.

Cuando un microorganismo patógeno ingresa en un huésped, las consecuencias dependerán de numerosas variables:
- la ruta de entrada del patógeno y el acceso a las zonas del huésped que gana el patógeno.
- el período de incubación.
- la cantidad de gérmenes.
- la capacidad de multiplicación.
- la toxicidad.
- el poder de invasión.
- el tiempo de actuación.
- la asociación microbiana.
. el estado inmune del huésped que está siendo colonizado.

Ya sabemos que los virus no son realmente seres vivos. Entonces, ¿cómo nos infectan?

En una infección "lítica", un virus penetra en una célula, hace copias de sí mismo y, en poco tiempo, la célula infectada sufre lisis, es decir, se rompe, y libera cientos de partículas virales que pueden infectar otras células. Como la célula se rompe y se destruye, el proceso se llama infección lítica.

En cambio, en una infección "lisogénica", un virus integra su ADN en el ADN de la célula huésped y la información genética viral se duplica junto con el ADN de la célula huésped. A diferencia de los virus líticos, los lisogénico no destruyen de inmediato al huésped, si no que permanecen inactivos por un periodo prolongado. Al final, los diversos factores pueden activar su ADN, que entonces se desprenderá del ADN de la célula huésped y dirigirá la síntesis de nuevas partículas virales.
Volvamos a la cuestión general. 

Dijimos que existe "infección" cuando hay una contaminación, con respuesta inmunológica y daño estructural de un huésped, causada por un microorganismo patógeno por sí mismo, por sus productos o por ambos a la vez.

Para verlo más científicamente, existe infección cuando el microorganismo y/o su toxina son capaces de actuar como un "antígeno", esto es, cuando generan oposición activa por parte del huésped. Y esa respuesta inmunitaria se manifiesta por la formación de "anticuerpos".

Los anticuerpos (también conocidos como inmunoglobulinas) son glicoproteínas del tipo gamma globulina. Las glicoproteínas o glucoproteínas son moléculas compuestas por una proteína unida a uno o varios glúcidos, simples o compuestos. Destacan entre otras funciones la estructural y el reconocimiento celular cuando están presentes en la superficie de las membranas plasmáticas.

Pueden encontrarse de forma soluble en la sangre u otros fluidos corporales de los vertebrados, disponiendo de una forma idéntica que actúa como receptor de los linfocitos B y son empleados por el sistema inmunitario para identificar y neutralizar elementos extraños tales como bacterias, virus o parásitos.

Los anticuerpos son sintetizados, entonces, por un tipo de leucocito denominado linfocito B.

Los leucocitos (también llamados "glóbulos blancos") son un conjunto heterogéneo de células sanguíneas que son ejecutoras de la respuesta inmunitaria, interviniendo así en la defensa del organismo contra sustancias extrañas o agentes infecciosos (antígenos).

Se originan en la médula ósea y en el tejido linfático.Se encuentran en todo el organismo, incluyendo la sangre y el tejido linfoide. Existen cinco diferentes y diversos tipos de leucocitos, y varios de ellos (incluyendo monocitos y neutrófilos) son fagocíticos. Estos tipos se distinguen por sus características morfológicas y funcionales.

Los linfocitos B son los leucocitos de los cuales depende la inmunidad mediada por anticuerpos con actividad específica de fijación de antígenos. Las células B, que constituyen un 5 a 15% del total de linfocitos, dan origen a las células plasmáticas que producen anticuerpos.

Los linfocitos son de dos tipos principales, atendiendo a su origen y función:
- células T, que se diferencian inicialmente en el timo, y
- células B, que se diferencian en el hígado y bazo fetal, y en la médula ósea del adulto

Durante su desarrollo, los linfocitos T y B adquieren receptores específicos para antígenos. Existen distintas modalidades de anticuerpo, isotipos, basadas en la forma de cadena pesada que posean. Se conocen cinco clases diferentes de isotipos en mamíferos que desempeñan funciones diferentes, contribuyendo a dirigir la respuesta inmune adecuada para cada distinto tipo de cuerpo extraño que encuentran.

Aunque la estructura general de todos los anticuerpos es muy semejante, una pequeña región del ápice de la proteína es extremadamente variable, lo cual permite la existencia de millones de anticuerpos, cada uno con un extremo ligeramente distinto. A esta parte de la proteína se la conoce como región hipervariable.

Cada una de estas variantes se puede unir a un objetivo distinto (antígeno). Esta enorme diversidad de anticuerpos permite al sistema inmune reconocer una diversidad igualmente elevada de antígenos. La única parte del antígeno reconocida por el anticuerpo se denomina epítopo. Estos epítopos se unen con su anticuerpo en una interacción altamente específica que se denomina adaptación inducida, que permite a los anticuerpos identificar y unirse solamente a su antígeno único en medio de los millones de moléculas diferentes que componen un organismo.

El reconocimiento de un antígeno por un anticuerpo lo marca para ser atacado por otras partes del sistema inmunitario. Los anticuerpos también pueden neutralizar sus objetivos directamente, mediante, por ejemplo, la unión a una porción de un patógeno necesaria para que éste provoque una infección.

La extensa población de anticuerpos y su diversidad se genera por combinaciones al azar de un juego de segmentos genéticos que codifican diferentes lugares de unión al antígeno (o "paratopos"), que posteriormente sufren mutaciones aleatorias en esta zona del gen del anticuerpo, lo cual origina una diversidad aún mayor.

Los genes de los anticuerpos también se reorganizan en un proceso conocido como "conmutación de clase de inmunoglobulina" que cambia la base de la cadena pesada por otra, creando un "isotipo" de anticuerpo diferente que mantiene la región variable específica para el antígeno objetivo. Esto posibilita que un solo anticuerpo pueda ser usado por las diferentes partes del sistema inmune. La producción de anticuerpos es la función principal del "sistema inmunitario humoral".
La primera fase de la inmunidad humoral es el reconocimiento de antígenos extraños dentro del organismo por células B a través de su receptor de membrana. Sin embargo, a pesar de la interacción con antígeno, la célula B no se activa hasta ser estimulada por una línea de linfocitos T llamados linfocitos T colaboradores.

Esa unión, célula B-linfocito colaborador, estimula la expansión clonal y diferenciación de los linfocitos B, los cuales:
- secretan anticuerpos primeramente de tipo inmunoglobulina M (IgM).
- maduran a anticuerpos de alta afinidad por el antígeno inicial;
- remanentes de la línea producida permanecerán como linfocitos B de memoria.

La respuesta de anticuerpos en contra de los antígenos no proteicos (lípidos, polisacáridos) no requiere la participación de linfocitos T colaboradores, por lo que son llamados antígenos T-independientes.

La cantidad de anticuerpo secretado por células plasmáticas y la clonación de estas mismas células la primera vez que entra en contacto el receptor con el antígeno encuentra su máximo aproximadamente a los 7 días de la primera infección (5-10 días).

La respuesta humoral secundaria es la reacción a una infección repetida por un mismo antígeno. Activa los linfocitos de memoria creados como consecuencia de la respuesta humoral primaria. La respuesta, entonces, se inicia más rápidamente, al cabo de unos 3 días. Por su parte, la respuesta máxima de anticuerpos es mayor, con una intensidad de 100 a 1000 veces la respuesta primaria, y es principalmente del isotipo IgG (en ciertas situaciones de los isotipos IgA e IgE). También dura más tiempo, haciendo que su declive sea más lento. Es una respuesta inducida por antígenos proteicos y sólo son requeridas bajas dosis de antígenos infectantes, sin necesidad de colaboradores.

Como cierre de este análisis inicial de la que he llamado "guerra inmunológica" y preanunciando una futura continuación ampliatoria, agregaré algunos elementos que identifican mejor nuestro enemigo, al que englobamos bajo el término "antígeno".

Un antígeno suele ser una molécula ajena o tóxica para el organismo (por ejemplo, una proteína derivada de una bacteria) que, una vez dentro del cuerpo, atrae y se une con alta afinidad a un anticuerpo específico.

Cada anticuerpo es capaz de lidiar específicamente con un único antígeno gracias a la variabilidad que le otorga la región determinante de complementariedad del anticuerpo dentro de la fracción Fab de los mismos. La región determinante de la complementariedad (en inglés complementarity determining region o CDR) es una secuencia corta de aminoácidos que se encuentra en los dominios variables de proteínas con función de receptor de antígenos (inmunoglobulinas y receptor de linfocitos T) que complementa al antígeno y por tanto le da a este receptor su especificidad para el antígeno en particular.

Antes se consideraba un "antígeno" a una molécula que se ligaba específicamente a un anticuerpo. Ahora, un "antígeno" se define como cualquier molécula o fragmento molecular que puede ser reconocido por una gran variedad de receptores antigénicos (receptores de células T o receptores de células B ) del sistema inmune adaptativo.

Los antígenos por sí solos no son capaces de provocar una respuesta inmune protectora sin la ayuda de un colaborador inmunológico.

Finalmente, diferenciemos un poco los conceptos de "inmunogenicidad" y "antigenicidad".

Un "inmunógeno" es una sustancia (o una combinación de sustancias) capaz de desencadenar una respuesta inmune protectora cuando es introducido al organismo. Debe iniciar una respuesta inmune innata, para más adelante continuar con la activación del sistema inmune adaptativo.

Un "antígeno" es capaz de unirse a los productos immunoreceptores altamente variables (receptores de células T o receptores de células B ) una vez que estos han sido producidos.

Los conceptos superpuestos de inmunogenicidad y antigenicidad son, por lo tanto, ligeramente diferentes,

"Inmunogenicidad" es la habilidad de inducir una respuesta inmune humoral (producción de anticuerpos) y/o una mediada por células (activación de linfocitos T).

"Antigenicidad" es la habilidad de unirse específicamente con el producto final de la respuesta inmune (por ejemplo, los anticuerpos ya formados y/o receptores de superficie de células T). Todas las moléculas inmunogénicas son también antigénicas pero no todas las moléculas antigénicas son inmunogénicas.

Los antígenos son usualmente proteínas o polisacáridos. Esto incluye partes de bacterias (cápsula, pared celular, flagelos, fimbrias, y toxinas), de virus y otros microorganismos.

Las vacunas son un ejemplo de antígenos en una forma inmunogénica; estos antígenos son intencionalmente administrados para inducir el fenómeno de memoria del sistema inmune adaptativo hacia los antígenos que invaden al receptor.

Fuente: Diversos trabajos en Wikipedia.

Espero que esta reunión les haya sido de utilidad. Seguramente los guiaré por otros caminos que, dentro del mismo tema, brinden más datos acerca de este maravilloso sistema inmune que nos posibilita seguir vivos en medio de tantos enemigos.

Un saludo afectuoso

Daniel Aníbal Galatro
danielgalatro@gmail.com
Diciembre 6 de 2014
Esquel - Chubut - Argentina

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