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Libia o la primera guerra del Agua


Dicen que las grandes guerras del siglo XXI se librarán por el agua. El primer ejemplo de esta nueva fuente de conflicto y poder la encontramos en Libia, un país que cuenta con el segundo mayor acuífero del mundo, en unas de las zonas más áridas del planeta.

Muchas han sido las voces que han proclamado que, detrás del apoyo a los rebeldes libios que tratan de poner fin al régimen dictatorial de Gadafi, no debemos buscar razones humanitarias, sino que tenemos que fijarnos en los motivos económicos que nos ofrecen, por ejemplo, sus grandes reservas de petróleo.

Pero más allá del oro negro, Libia lleva cerca de tres décadas poniendo en marcha el mayor proyecto del mundo -reconocido por el Libro Guinness de los Récords- en cuanto a extracción de agua potable para el consumo de la población, la industria y el riego se refiere. Es el nuevo oro incoloro.

Bajo el nombre de “El Gran Río hecho por la mano del hombre” se esconde un gigantesco plan que obtiene el agua de las profundidades del desierto del Sáhara para transportarla a través de 4.000 kilómetros de enormes tuberías hasta las poblaciones del norte del país.

Los expertos calculan que este ‘manantial’, que data de la Edad del Hielo (hace 40.000 años), contiene entre 10.000 y 12.000 kilómetros cúbicos de agua. 1.300 pozos colocados de manera estratégica, y de más de 500 metros de profundidad, por el desierto que se expande por todo el sur de Libia.

A día de hoy, el proyecto ya provee de seis millones de metros cúbicos de agua diarios a las principales ciudades libias, como Trípoli, Sirte o Bengasi, entre otras (hay que recordar que un km3 equivale a mil millones de m3).

Para lograr esta hazaña, la iniciativa ha tenido que superar numerosos y complicados obstáculos, como el de tener que enterrar los miles de kilómetros de tuberías para evitar que el calor del desierto evaporase parte del agua durante su largo recorrido. De hecho, durante su presentación en la V Cumbre del Agua en Estambul, Muamar Gadafi calificó a su gran apuesta como “la octava maravilla del mundo”.

Los números cantan

En total, el gobierno libio ha invertido hasta 25.000 millones de dólares. Todo financiado a través de los impuestos a las exportaciones de petróleo, al tabaco y al comercio internacional, para que a sus ciudadanos no les costase ni un penique, ya que Gadafi rehusó cualquier inversión o intromisión por parte de otros países.

Y es que el valor de los recursos hídricos que esconde este gran proyecto podrían alcanzar los 48 billones de dólares (el billón español y no el estadounidense), si tomamos como referencia el precio del metro cúbico de agua a los cuatro dólares a los que lo veden las empresas.

Esto supone que estas reservas de H2O multiplicarían por 10 el valor de las que obtendrían con la venta de las más de 5.000 millones de toneladas de petróleo con que cuentan en sus pozos, por las que conseguirían alrededor de cinco billones de dólares (a 938$ la tonelada).

Piensa mal…

Se da, además, la curiosa circunstancia de que, de las cinco grandes corporaciones que se dedican a la explotación del agua a nivel mundial, dos son francesas (Vivendi y Suez), una es británica (Thames Water) y otra es estadounidense (American Water Works). No hay ni que decir que estos tres países han sido los mayores interesados en la intervención en Libia, donde ninguna de ellas ha podido meter sus garras.

Y es que la escasez mundial de agua provoca que este preciado elemento brote ahora como el mayor conflicto geopolítico del siglo XXI. Se calcula que para los 6.250 millones de seres humanos que habitamos el planeta Tierra se necesitaría ya un 20% más de agua, por lo que las grandes empresas han visto en este bien tan indispensable para la vida todo un negocio y una fuente de poder.

De hecho, en el mundo hay todavía 1.100 millones de personas que carecen de acceso al agua potable, a los que habría que añadir otros 2.400 millones que no tienen acceso a un saneamiento adecuado.

Pensemos entonces en el porqué estos mismos países aliados que atacan Libia en pro de los derechos humanos no entran a defender los mismos derechos en Siria, donde un dictador al más puro estilo Gadafi, como Bashar el Asad, también masacra sin piedad las protestas de un pueblo que clama por la democracia.

La respuesta es sencilla, lo que las grandes potencias podrían desear sacar de los sirios era el agua de los Altos del Golán, pero ya se encargaron los israelíes de quedarse con esta zona después del conflicto que enfrentó a ambos países en 1967, así que en Siria ya no queda nada que despierte suficiente interés de las potencias.

Fuente: http://www.lasextanoticias.com
02/05/2010 17:20 hs
Enviado por Julio Victorio Puzzillo

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