Más de 190 países debaten en Japón cómo frenar la pérdida de especies. Ricos y pobres se enfrentan: ¿quién es el dueño de la biodiversidad y cómo se reparten sus beneficios? Muchas especies están amenazadas según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Si una empresa farmacéutica crea un medicamento a partir de un árbol de la Amazonia, ¿debe compensar a la comunidad que descubrió las propiedades de la planta? ¿Quién debe afrontar el costo de preservar los ecosistemas?
Éstas son algunas de las preguntas que debieron responder representantes de más de 190 países reunidos en Nagoya, Japón, en la Cumbre de Biodiversidad.
El objetivo del encuentro fue combatir el alarmante ritmo de destrucción de la naturaleza y buscar formas innovadoras de financiar su preservación. Además de fijar nuevas metas para la protección de especies y ecosistemas, la cumbre discutió un protocolo tan vital como polémico, que busca regular el acceso a los recursos genéticos de las plantas y cómo se reparten los beneficios derivados de ellas.
Los países signatarios de la Convención de Biodiversidad llegaron a Nagoya en momentos en que el ritmo de pérdida de especies es 1.000 veces superior al considerado natural, según los expertos.
"Estamos próximos a un punto sin retorno, en el que la pérdida de la biodiversidad será irreversible y podemos llegar a ese punto en diez años si no actuamos", advirtió el primer ministro de Japón, Ryo Matsumoto, al inaugurar el encuentro.
Lo que está en juego no es sólo la desaparición de plantas o animales. Por primera vez este año varios informes dejaron en claro que si no se detiene el actual ritmo de destrucción de la biodiversidad, ello tendrá consecuencias catastróficas para la economía mundial.
Enviado por Julio Victorio Puzzillo
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